La música no conoce fronteras ni barreras culturales. En esta sección celebramos esa riqueza sonora global que une territorios, pueblos e historias a través del arte de vibrar.
Uno de los instrumentos más populares y versátiles del planeta es, sin duda, la guitarra. Sin embargo, lo que muchos no saben es que existen decenas de instrumentos emparentados con ella repartidos por todo el globo. Desde África hasta Asia, pasando por América y Europa, encontramos variantes que, aunque diferentes en forma y timbre, comparten un mismo concepto: una caja de resonancia, un mástil y cuerdas que cantan.
Además de la archiconocida guitarra española, eléctrica o acústica, existen otras versiones como el ukelele, el timple canario o el guitarrón mariachi, que expanden la familia guitarrística con identidad propia. Este viaje es solo una primera parada: exploramos aquí algunas de las más fascinantes guitarras del mundo.
Guitarras en el mundo y sus diversas formas
Kora africana
Originaria de Gambia y regiones vecinas, la Kora es un instrumento a medio camino entre el arpa, la guitarra y el laúd. Su construcción parte de una gran calabaza cortada a la mitad, cerrada con una tapa de cuero, a la que se añaden 21 cuerdas apoyadas sobre un puente tallado con muescas. Pero más allá de su aspecto, su simbolismo es profundo: la calabaza representa la tierra, el cuero a los animales, la madera a las plantas… y las cuerdas, la magia.
Tradicionalmente, la Kora acompañaba relatos orales, danzas rituales o ceremonias espirituales en aldeas del África occidental. Hoy sigue viva en la música étnica y se ha fusionado con otros instrumentos, como el Yembé, formando parte de propuestas contemporáneas de raíz africana.
Bandurria española
La bandurria tiene raíces en la antigua pandura romana (s. IV d.C.) y es uno de los instrumentos tradicionales más longevos aún en uso. De cuerpo en forma de lágrima, con fondo plano y tapa unidas por aros simétricos, posee 6 cuerdas dobles afinadas por pares, sumando 12 en total.
Hoy en día, su sonido resuena en España, pero también en América Latina, especialmente en Cuba. Es pieza clave en agrupaciones como la tuna universitaria o las orquestas de pulso y púa. Existen versiones en distintos tamaños, y la bandurria tenor es conocida coloquialmente como laúd, aunque técnicamente no pertenece a la misma familia.
Balalaika rusa
Es quizás el instrumento más popular de Rusia y cuyo origen está a principios del s. XVII. Su principal característica es la caja de resonancia triangular y sus tres cuerdas, dos de ellas afinadas al unísono.
La balalaika es uno de los símbolos musicales de Rusia, reconocible por su inconfundible caja triangular y sus tres cuerdas, dos de ellas afinadas al unísono. Nacida en el s. XVII, fue durante mucho tiempo menospreciada como instrumento de juglares y músicos callejeros.

Pero en el s. XIX, comenzó su redención: pasó a escenarios más formales, se profesionalizó su ejecución y su popularidad se expandió por Europa y América. Hoy forma parte de conjuntos folclóricos y orquestas.
Aquí podéis ver un vídeo de la Balalaika con orquesta, toca Anastasia Tyurina
Ruan chino: tradición milenaria
También conocido como Ruanxian o Zhongruan, este instrumento nace en la China imperial, entre las dinastías Qin y Han (siglos III a.C. a III d.C.). Con caja redonda, fondo plano y tapa tallada, el Ruan está decorado con motivos tradicionales chinos, como dragones en el extremo del mástil.
Su nombre se debe a Ruan Xian, un músico tan influyente en su época que su arte renombró al instrumento. Desde el s. XI se le conoce simplemente como Ruan. Hoy en día forma parte de orquestas de instrumentos tradicionales chinos y se fabrica en distintas voces: GaoyinRuan (soprano), XiaoRuan (alto), ZhongRuan (tenor), DaRuan (bajo) y DiyinRuan (contrabajo).
Charango andino
En lo alto de los Andes, donde el viento parece cantar historias ancestrales, nació el charango. Este pequeño instrumento de corazón vibrante es típico de las zonas altiplánicas de Bolivia y Perú, y guarda en su caja una fusión de mundos. Aunque tradicionalmente se elaboraba con el caparazón del armadillo —símbolo de la conexión entre el hombre y la naturaleza—, hoy en día se fabrica principalmente en madera, por respeto a esta especie amenazada.
De alma campesina y origen mestizo, algunos lo emparentan con la mandolina europea, otros con la vihuela española, aunque su parecido con el timple canario es tan notable que parece más un hermano separado por océanos. Sea cual sea su linaje, el charango tomó vida propia en las manos de los pueblos andinos.
Durante siglos fue el compañero fiel de la vida rural, hasta que en las décadas de 1940 y 1950 se abrió paso en las ciudades y cruzó fronteras. En Bolivia, Potosí es considerada su “cuna”, pero es Aiquile quien ostenta el título de “capital del charango”, por mantener viva su tradición a través del tiempo y del arte luthier.
Banjo estadounidense
Cruza el Atlántico y viaja al sur de los Estados Unidos. Allí, entre campos de algodón y ritmos africanos latentes, resuena el banjo: una mezcla de cuerda y tambor que parece latir como un corazón de piel tensada.
Con su característica caja redonda —un aro cubierto por parche de piel o plástico— y su mástil largo, el banjo se convirtió en el símbolo de la música afroamericana del siglo XIX. Los músicos negros lo moldearon a su manera, explotando su riqueza rítmica y timbre brillante, hasta transformarlo en un estandarte sonoro.
Del dixieland al bluegrass, del country al jazz, el banjo ha sabido reinventarse en cada época. Existen versiones con fondo abierto (openback), cerrado (bluegrass), y hasta híbridos como el banjo-ukelele, el mando-banjo o la guitarra-banjo. En todas sus formas, el banjo canta con una voz alegre, punzante y profundamente arraigada en la historia musical de Estados Unidos.
Guitarras en el mundo
Desde las cumbres andinas hasta los campos del sur estadounidense, el charango y el banjo nos recuerdan que los instrumentos musicales son mucho más que objetos sonoros: son testigos de migraciones, mezclas culturales y procesos históricos. Ambos, nacidos en contextos marcados por la hibridación, han sabido resistir el paso del tiempo y adaptarse a nuevas geografías y estilos sin perder su identidad. Así, las cuerdas del mundo se entrelazan, creando un puente invisible que une a pueblos distantes en una misma melodía universal.
Nota del autor
Cada cuerda cuenta una historia, cada instrumento tiene su alma. Al investigar estos dos fascinantes compañeros musicales, me he topado con mucho más que madera, piel o tradición: he encontrado rastros de humanidad, resiliencia y creatividad sonora. Este artículo es solo una invitación a escuchar con más atención, a mirar detrás del instrumento y descubrir el mundo que lo hizo posible.
— José Antonio Soria
Colaborador de Amor por la Música
